Brasil es una herida que tengo en mí, que sangra, sangra, sangra, sangra, sangra, sangra. Un país que sangra. Sangra dentro de mí. Vengo de un país que tiene un discurso de primer mundo y que tiene, también, 56 millones de personas viviendo debajo del listón de la miseria.
¿Y por qué digo cosas así en una ceremonia como ésta?
Respondo: Es imposible para un poeta esconder las palabras que maltratan. Esas palabras necesitar saltar de la boca, como saltan los gritos en los momentos de aflicción. Duele en mí haber oído por más de veinte años un discurso inflamado contra un estado de cosas lamentables que oprimían al pueblo en su hambre y en su sed. Duele mucho más cuando se llega al poder para hacer lo mismo que tanto se combatió. Duele en mí ver hombres que se muestran sin ninguna consternación, hombres que hablan, hablan, hablan, hablan, hablan, hablan. Sólo hablan. Brasil es el país del discurso. Y los discursos dicen que todo es maravilloso. Pero nada es maravilloso. Nada.
Brasil vive una guerra civil no declarada. La tierra de la impunidad, donde la justicia existe solamente para condenar al pobre. Un país donde el crimen se volvió una rutina diaria en la vida de la gente. No es grato decir esto, pero el crimen es una especie de gobierno en mi país. Perdónenme estas palabras en una noche de poesía. Pero no puedo huír del compromiso que tengo conmigo mismo. El compromiso que tengo, finalmente, con mi país. Como brasileño, como poeta brasileño, esté donde esté, no puedo dejar de denunciar la farsa de siempre, la corrupción que aniquila biografías en nombre del poder. Lo que interesa es llegar al poder. El pueblo es sólo un detalle. No, no es sólo un detalle. No puede ser sólo un detalle. Nunca será un detalle. El pueblo es la Nación que se busca, que se hace, que trilla desencantos y se libera justo a todos. Que haga su justicia para los que están al margen, en nombre de su propia historia.
Aún tengo la osadía de soñar, de soñar con un mundo mejor, de soñar con un mundo que sea él mismo el propio sueño. Que sea ese sueño de todos los hombres, de todas las mujeres, de todos los niños. El país es mi telón de fondo en ese teatro que imagino, personaje de mí mismo, como si ello fuese posible.
Aún tengo la osadía de soñar, de soñar con un mundo mejor, de soñar con un mundo que sea él mismo el propio sueño. Que sea ese sueño de todos los hombres, de todas las mujeres, de todos los niños. El país es mi telón de fondo en ese teatro que imagino, personaje de mí mismo, como si ello fuese posible.
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Por estos motivos busqué la poesía en Portugal, para salvarme en la tierra de mis padres, donde viven mis raíces y, tal vez, los últimos sueños que todavía tengo por vivir en forma de poesía, que es mi respiración. En Portugal, a partir de Coimbra, pude sentir lo que necesitaba, escribiendo los poemas que me nacieron de una tierra que, de alguna forma, también me pertenece, la tierra de mi madre, la tierra de mi padre, que nació en Angola. Tanto es así que mis últimos cinco libros de poesía fueron publicados en Portugal, en Coimbra, donde vive mi alma.
Ahora, Salamanca. No creo en coincidencias ni en cosas ocasionales. Creo en la vida. Así, veo y siento una ligadura iniciática en estas tierras que estoy recorriendo en los últimos años, descubriéndolas: primero Coimbra, ahora Salamanca, ahora este escenario poético que se abre en esta escena existencial, ahora el retrato de otras vidas pasadas aquí, vividas aquí, la misma senda a seguir, la misma tarea a cumplir, los mismos pasos con zapatos antiguos, tanto en Coimbra como en Salamanca, donde dejo esta palabra primera, el primer poema.
¿Qué decir de Salamanca? Las palabras son escasas, siempre serán escasas para explicar Salamanca: desde que la conocí la primera vez que dé encantado. No hay otro lenguaje sino el de la poesía para explicar esta ciudad de España, su imagen de Edad Media, su imagen de Renacimiento, su imagen de hoy, de ahora, su imagen de calles antiguas que albergan los pasos de una poesía que contagia y no se extingue, comenzando por esa universidad que acoge los pasos antiguos de los maestros de la vida.
¿Qué decir de Salamanca, sin recurrir a la poesía? ¿Qué decir de estas calles, de estas paredes, de estas iglesias, de estos santos, de estas almas, de estas piedras, de estos patios, de esta palabra que salta de la boca en forma de poema? ¿Qué decir de Salamanca sin recurrir a la poesía? Hablar con la voz de Miguel de Unamuno, que perteneció a esta Universidad como profesor y rector, de donde salió desterrado, a donde volvió, referencia intelectual en un país ya herido por la Guerra Civil, con una propuesta ideológica consciente, lo cual también le valió para la literatura, la filosofía y la poesía. Cuarenta años en la Universidad.
Antes justicia que paz. Antes justicia que paz. La fe, Cristo, la vida, la muerte. Unamuno desterrado. Unamuno muerto. El alma de Unamuno en Salamanca. Salamanca, el alma de Unamuno. Un alma de alas doradas. Salamanca, donde vivió hasta el fin. Salamanca de muchos de sus poemas.
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También creo necesario recordar la figura de Fray Luis de León. Los problemas con la Inquisición. La prisión. Cinco años de cárcel como si no hubiesen sucedido. Como si todo el tiempo fuese de ayer para hoy. Sólo eso. Y de tal forma fue en su corazón. En su misma Universidad, su existencia.
Es preciso sublimar todo, es posible que todo sea divino, es posible que la palabra sea el fuego de la vida, sea lo que aún se salva en un mundo hecho de perversidad. Y en esa sublimación tal vez sea posible vivir la posibilidad de la vida. La posibilidad de la fe. La posibilidad de la posibilidad. La posibilidad religiosa de existir, ese milagro del día a día. Ese esperarse en sí mismo, como hacerse y rehacerse siempre, a cada instante del tiempo.
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No hay mucho que decir, aunque todo esté por decirse. Recuerdo a Unamuno y a Fray Luis de León como dos ejemplos. Dos palabras. Dos rostros. Dos vidas. Dos cantos para recordar Salamanca, tierra de España que también pasa a vivir en la tierra que tengo dentro de mí: las palabras de Salamanca, la gente de Salamanca, los poetas de Salamanca, esa poesía que habrá de quemarme siempre, por dentro, donde no existo, donde aún me busco.
Entonces quiero acordarme de mi país, donde las sombras caminan siempre impunes. Pero hay también los colores, hay también un pueblo, hay también los hombres delante de las fábricas, hay también el sueño de continuar siempre. Ese sueño de cerrar siempre los puños y decir el grito más profundo de dolor o de alegría, esa palabra tantas veces violentada en promesas, en equívocos de tantos caminos sin rumbo ninguno, en el rostro de una gente que espera, espera, espera, sólo espera por un destino que no llega nunca.
Muchas veces me veo en el espejo y me pregunto quién soy. No sé responderme porque en verdad no sé quién soy, pero sé lo que soy. Me observo con atención y veo los hilos blancos de mi barba, mis largos cabellos, mis dedos temblorosos, mis ojos sin brillo y la tez pálida. Entonces siento que apenas soy un hombre que prefirió la poesía para vivir, que prefirió la poesía como ética de vida, que prefirió la poesía para sentir el mundo. Es la manera más cruel de herirme con la tosca soledad de un tiempo sin salida.
DISCURSO DA CONCEJAL DE CULTURA DE SALAMANCA,
ISABEL BERNARDO FERNÁNDEZ, NO ENCERRAMENTO DO
X ENCUENTRO POETAS IBEROAMERICANOS
Salamanca, 27 de octubre de 2007
Queridos amigos, hermanos, poetas, señoras y señores.
Aún cuando el hombre ya ha sido capaz de registrar el murmullo de la sinapsis neuronal, hay quiénes seguirán creyendo en la necesidad de recoger esas otras voces silenciosas del alma, con las herramientas ancestrales del lenguaje poético.
Nada más lejos de la realidad la creencia de que el poeta se aleje de la misma. El poeta, en su condición de trovador del sentimiento puro, goza y padece con registros únicos de placer y de dolor y se sostiene en la dicha y la fatalidad de todos los sentidos como una necesidad de ser, más vital si cabe.
Agradezco que el Ayuntamiento de Salamanca, con su alcalde Julián Lanzarote a la cabeza, siga manteniendo vivo el deseo de encontrarse en la poesía. El Alcalde trajo y traerá, no lo duden, las voces de los poetas a esta ciudad, porque él cree en la poesía y en quiénes somos los artesanos de la palabra. Yo soy un ejemplo de lo que digo y arrastro el manto anónimo de mi poesía por estos otros laberintos políticos, con la convicción, créanme, de que siempre quedará una semilla que prenda en tierra árida.
El X Encuentro de Poetas Iberoamericanos, también da fe de ello. Nunca una nueva edición cerrará la puerta a las anteriores. Ni siquiera será un prólogo de todas las venideras. El misterio de la poesía radica en la búsqueda infatigable del hombre a través de todos los caminos y de todos los tiempos. Y aún cuando parezca ser ya sólo humo el universo, siempre quedará alguien para escribir un verso de luz en el mismo precipicio de una noche cualquiera, ante la infinita y devastadora nada.
Esta Antología Homenaje al poeta brasileño Álvaro Alves de Faria, ya huésped distinguido de nuestra ciudad, nos confirmará en la fe poética y en su palabra redentora. Hasta la “Habitación de olvidos” de Alves de Faria, habéis ido llegando doce poetas de Hispanoamérica, Portugal y España, arrastrando destierros con la misma lengua, el castellano.
A pesar de las grandes diferencias que nos separan a los hombres, siempre compartiremos la soledad irrepetible de la muerte. A los poetas nos unirá, también invariablemente, el monólogo terrible del hombre solo, en una noche interminable. Y en esos abismos de sombras hundiremos los cascos, como los caballos negros de Álvaro, en la medida arenosa de los relojes del tiempo, y se fundirán todos los aceros en un solo cuchillo y, antes de que nazcan los versos, un desgarro estremecedor resucitará las heridas. Porque ¿qué es un hombre sin dolor? ¿Dónde queda el alma sin voz?
Voces del alma que atraviesan el verso. El verso de Pío Serrano que esconde la existencia y sus inevitables preguntas en otros cuartos habitados de formas, de afectos y susurros, donde, sin embargo, todo migra al naufragio callado.
Lírica de luna gallega, Ancares de arcanos en el baile tribal de la noche. La noche en sombra de Helena Villar Janeiro.
La casa siempre será un silencio de orillas cuando despierta Muñoz Quirós y entonces, todo se volverá oval, un vuelo, un ave, un desvelo del valle.
Y cuando llegue el tiempo de la huida, de abandonar nuestros propios versos, el poema aullará con un grito en verde y en selva, y rondarán los pájaros el agua donde se miró María Fernanda Espinosa.
Pájaros, pájaros, pájaros. Algarabía de loca primavera. Amor que nacerá de la misma poda del amor con las manos de Carlos Aganzo.
Julio Espinosa encerrará los poemas en espacios-cuartos chilenos donde se sucederán las voces de los muros. Y, permítanme, que yo vaya con ellos, para recoger los gusanos murientes de su memoria.
Para no morir escribirá Jordi Doce, cuidadas y bellísimas metáforas, mientras Verónica Amat, resucitará las pasiones de un mundo que parece perecer en su propia poesía.
Mar, espumas, arenas que cobijan el delirio de un hombre, toda su figura aunando poesía y saudade. Jorge Fragoso.
Y para cuando el ansia sea pesadumbre, y pesadumbre el ansia, nos quedarán los fragmentos de ladrillos y ventanas de Álvaro Mata debajo del viento. Y paso a paso hallarán la historia de su cotidiano devenir.
Sí, Mario, Sí. Es cierto el discurso del universo y de esta noche de despedidas. Fue cierta ayer nuestra poesía entre tragos de tequila y de anuncios fríos de invierno. ¿Por qué crees sino que estaríamos aquí reunidos?
La vida seguirá, el mundo seguirá, como un jeroglífico de partes que peligran, y donde nosotros también seguiremos, siempre un poco locos, siempre un poco ajenos, como Luis Alberto Ambroggio, dando bocados a la vida y al dolor, al amor y a la tristeza.
Si hubo un día, en que comprendí que mi libertad estaba en un verso, ¿cómo quedaré ahora que marcháis lejos? ¿Qué silencio se apoderará de mí?
Quisisteis traer a Salamanca este feliz momento. Está también en vuestro capricho privarme de él.
¿Qué puedo ya hacer yo sino daros a todos los gracias?
Gracias. Muchas gracias.